Y cómo no van a hacer la paz…
Luis
Fernando Pinillos Gómez
Jueves 29 de mayo de 2014
La guerrilla de las FARC tiene la
posibilidad de hacer la paz en el proceso de la Habana, y aunque no es la
primera vez que la sociedad colombiana le tiende generosamente la mano, esta
vez creo que ciertamente hay una real voluntad de la dirigencia de este grupo
narcoterrorista para firmar la paz, pero ¿Qué ha cambiado en la mente de estos bandidos?
¿Cuál es la paz que firmarían? Veamos las razones que dan respuesta a estas
preguntas.
La primera razón es que desde el
año 1999, la fuerza pública colombiana ha venido dando golpes contundentes a
este grupo narcoterrorista. En el año 1996 el Consejo de Estado de Estados
Unidos señalaba que la guerrilla tomaría el poder en el año 2000, y es que en
medio del escándalo del proceso 8.000 cuando las guerrillas colombianas sacaron
la mayor ventaja militar. Datan del gobierno del señor Samper, las grandes
tomas guerrilleras y los secuestros masivos de políticos, policías y militares.
El 1998, con la llegada al poder de Andrés Pastrana, el poder militar de las
FARC comenzó a disminuir con una mejor estructuración de la fuerza pública y la
llegada de los recursos del Plan Colombia, pero por otro lado, la zona de despeje
para los diálogos de paz en El Caguan, le permitió a este grupo narcoterrorista
cuidar su retaguardia en las incursiones militares en contra de la sociedad
civil y usar el territorio como plataforma de negocios ilegales particularmente
el narcotráfico. A la vez que la zona de despeje era usada con fines criminales
y no para los diálogos de paz, el proceso de paz del presidente Pastrana le
permitió a la guerrilla colombiana proyectarse políticamente a nivel mundial. Quizás
por causa de este despliegue político y la complicidad de muchos medios de
comunicación de orientación izquierdista, el pueblo colombiano no notó las
grandes victorias militares del gobierno Pastrana contra las FARC y el ELN, ni
muchos otros logros del gobierno, y por el contrario, tiraron la opinión pública
en contra del gobierno Pastrana para debilitarlo en las negociaciones. La
consecuencia sin embargo no fue la que la prensa de inclinación izquierdista
pretendía, pues si bien consiguieron que la imagen del presidente Pastrana quedara
por el suelo, los efectos frente a la guerrilla fueron los contrarios. Para
finales del gobierno Pastrana en 2002, la fuerza pública había logrado
debilitar militarmente a los llamados paramilitares (que no tenían zona de
refugio en el Caguan), habían logrado arrinconar en las profundidades de las
selvas a la guerrilla, se contaba con la financiación obtenida del plan Colombia
para combatirlos, se había logrado una declaración de grupos terroristas a las
FARC y el ELN en Europa y Estados Unidos, la sociedad colombiana se movilizaba
en marchas multitudinarias gritando “no más FARC”, y sobre todo, habían puesto
en el poder a un abierto enemigo del proceso de paz, el señor ÁLVARO URIBE
VELEZ, el cual prometía una derrota militar a esos grupos narcoterroristas. El periodo
de gobierno de Uribe se proyectó por 8 años, periodo en el cual la guerrilla
fue arrinconada militar, política y económicamente. El periodo de gobierno del
presidente Santos entre el 2010 y el 2014 ha recogido los frutos de los 8 años
de seguridad democrática del presidente Uribe, y los 4 del plan Colombia del
presidente Pastrana. De hecho, este gobierno ha logrado grandes victorias
militares como el dar de baja a Cano y a Jojoy, números 1 y 2 de las FARC. Lo anterior
indica que esta guerrilla narcoterrorista está condenada a su desaparición como
grupo armado en transcurso de la próxima década si se continúan las políticas
del gobierno Uribe.
La segunda razón en este
contexto, es que en los últimos años la guerrilla de las FARC ha logrado amasar
una gran fortuna, producto de negocios ilegales, particularmente el narcotráfico.
Hoy en día, esta guerrilla es el mayor productor y traficante de drogas ilícitas
del mundo, y sus ganancias derivadas de este negocio se estiman en más de 1.500
millones de dólares al año. Además de esto, el desplazamiento forzado en el
campo (alrededor de 5 millones de desplazados) ha cooptado una gran cantidad de
tierras de producción agrícola y ganadera, y las ganancias derivadas de la
minería ilegal y de la captación de tierras se calculan en más de 1.000
millones de dólares adicionales. Lo anterior podría llevar a pensar que este
nuevo poder económico permitiría un mejor posicionamiento militar de la
guerrilla, pero el destino de este dinero tiene un camino diferente de acuerdo
a la tercera razón que expongo.
La tercera razón por la cual la
guerrilla de las FARC firmarían la paz es que sus líderes políticos y
militares, tapados de narco dólares, lo que quieren es disfrutar las mieles del
gran capitalismo que han combatido por décadas. ¿de qué sirve tener tanto
dinero sino lo pueden usar en la profundidad de las selvas? Y es que estos cabecillas
de las FARC sobrepasan todos los 50 años de edad, una edad avanzada para
liderar militarmente la organización narco terrorista, pero si una edad para
disfrutar el reconocimiento de la sociedad como líderes políticos del poder
legislativo y ejecutivo, a la vez que disfrutan sus enormes fortunas económicas.
El nuevo estilo de vida de estos criminales, pasando de las profundidades de la
selva, a la vida civil pero en el anonimato en algunos países vecinos que los
refugian, y ahora la promesa de una vida como multimillonarios donde pasen de
estar entre los grandes criminales de la humanidad a posar de reconocimiento
social por la lucha de los menos favorecidos, es lo que logra este sorprendente
cambio de pensamiento que aboca porque ahora si quieran firmar la paz.
De lo anterior, queda claro cuál
es la paz que firmarían: un acuerdo de paz que les garantice su seguridad
personal, lejos de los temores de caer en combate en la profundidad de la selva;
un acuerdo de paz donde no paguen ni un día de cárcel por los crímenes cometidos
en 5 décadas de terrorismo y narco tráfico en contra de la humanidad y
particularmente del pobre pueblo colombiano; un acuerdo de paz donde la
guerrilla no se vea obligada a entregar sus enormes fortunas a los millones de
víctimas que han generado en su lucha asesina contra el estado colombiano; una
paz donde las grandes fortunas amasadas en los últimos años no sea tocada y por
el contrario, terminen legalizándose en paraísos fiscales del mundo y de la
misma Colombia; una paz que les garantice que van a tener puestos públicos en
el poder legislativo y quizás en el mismo poder ejecutivo; una paz que les
permita conservar abierta o clandestinamente un grupo armado ilegal, que continúe
su lucha por el poder absoluto y la instauración de un estado comunista; una
paz que le permita como actores políticos de la vida nacional, imponer o
contribuir al menos, a lo que su lucha violenta no logró.
Y ¿cuál debe ser nuestra postura?
Para quienes hemos defendido los valores democráticos de la sociedad, la
negociación de paz debe pasar por algunos aspectos: 1) la guerrilla debe quedar
obligada a principios de justicia, verdad y reparación, es decir, la guerrilla
debe quedar obligada a someterse a investigación, juicio y sentencia por los crímenes
realizados en todas estas décadas, debe quedar obligada a pagar económicamente
y pidiendo perdón, a las víctimas, y con cárcel ante el estado colombiano por
todos esos crímenes cometidos, y debe quedar obligada a contar la verdad de sus
actuaciones criminales que tanto dolor han traído al pueblo colombiano: debe
contar donde tiene sembradas todas las minas antipersonales, donde tiene
enterrados todos los secuestrados asesinados, y cuáles son sus vínculos ideológicos
y de formas de lucha con sindicatos, periodistas, y políticos 2) los cabecillas
guerrilleros condenados a crímenes de lesa humanidad no deben nunca tener cargos
públicos, ni por nombramiento, ni por concurso, ni de elección popular y 3) la
guerrilla debe entregar todas las armas y desmovilizar toda su organización
criminal.
En la actualidad, la elecciones
presidenciales entre los candidatos Juan Manuel Santos y Oscar Iván Zuluaga
plantean estos retos respecto a la paz. Por un lado, el candidato-presidente
Juan Manuel Santos promueve la firma de la paz a cambio de adjudicar a la justicia,
y promover la participación de los dirigentes de las FARC en el Congreso de la
República. Por el otro lado, el candidato Oscar Iván Zuluaga plantea que si a
la paz, pero sin permitirle a los narcoterroristas su participación en política
y sin adjudicar a la justicia.
De mi parte, creo que conocidos los
verdaderos intereses que motivan a los narco-guerrilleros a firmar la paz, es a
la guerrilla a la que más le conviene firmar, incluso aceptando que 1) deban ir
a la cárcel aunque sea por pocos años, contando la verdad de su vida criminal y
los vínculos con políticos, periodistas, sindicatos, etc. y pidiendo perdón a
los millones de víctimas 2) renunciar a participar en cargos públicos, al menos
aquellos de elección popular y 3) a entregar las armas y desmontar su
organización criminal incluyendo los negocios ilícitos como el narcotráfico, el
secuestro, las tierras cooptadas ilegalmente, y la minería ilegal entre otros. A
cambio, la sociedad colombiana les rebaja las penas, les garantiza su
seguridad, y les permite disfrutar la inmensa fortuna cuando terminen de indemnizar
a sus víctimas y al estado colombiano. Es decir, creo que la postura del
candidato Oscar Iván Zuluaga no es como lo pintan desde la campaña de Juan
Manuel Santos, una imposición de condiciones que acabarían con el proceso, sino
por el contrario, una postura que posiciona mejor al estado colombiano en la
mesa de negociaciones para firmar una paz que no sea insultante para el pueblo
colombiano.
Por lo menos, así lo veo yo.